Restaurante El Charro
Contrario a lo que pudieran pensar muchos, el nombre del restaurante El Charro en Puerta de Tierra tiene más que ver con las “charrerías boricuas” que con los vaqueros mexicanos.
Cuenta su dueño, José Alfredo, que a la hora de abrir el negocio sugirió muchísimos nombres mexicanos a su esposa y socia, Keyla Rosado, quien los encontraba todos charros para su gusto boricua. José aprovechó la referencia, sabiendo que la palabra significa cosas distintas para cada uno.
Criado en México, José llegó a Puerto Rico a trabajar en el restaurante de un familiar en el Viejo San Juan que eventualmente cerró. Siempre dispuesto a encontrar oportunidades donde otros ven retos, José sacó ganancias de esos tiempos, como su relación de 17 años con Keyla, quien trabajaba en un negocio cercano. También de esos tiempos salió su interés en desarrollar su propio negocio.
“Se me ocurrió montar un carrito de tacos; pero no lo podía manejar por las restricciones de mi permiso laboral”, recuerda. Finalmente se juntó con un amigo para desarrollar otras maneras de compartir su don para la comida. Luego un profesor de Keyla les ofreció un espacio en Puerta de Tierra, y empezaron su aventura con El Charro.
Según explica José, la comida que sirven tiene el toque de la ciudad Valle San Potosí. “México es muy grande y con gran variedad de comidas”, detalla, por lo que José se ha concentrado en la tradición de su región. “Cada plato que sale es como si nos lo fuéramos a comer nosotros. Con el cariño de familia. Eso queremos transmitir a la gente: que se sientan en familia”, subraya.
El negocio, que lleva 15 años, empezó a atraer tanto público que el espacio les quedó pequeño. Keyla cuenta que fue creciendo poco a poco y, para solventar ese crecimiento, buscaron financiamiento para expandir y construir una terraza. “Esa terraza se la agradecemos al equipo de Oriental Bank, que nos han ayudado incondicionalmente durante estos años”, añade Keyla.
Muchos le criticaron la localización en Puerta de Tierra, recuerda Keyla. José, sin embargo, entiende que apostar a este lugar valió la pena, y agradece que Oriental compartiera esa visión con ellos. “Mucha gente nos dijo locos por ponernos a desarrollar un negocio en Puerta de Tierra. Pero la clave no es el sitio, es la gente. Ahora mismo los vecinos nos han acogido y nos hemos integrado a la comunidad, que nos ha ayudado mucho. Ahora hay más comercios y residentes … tenemos muchos clientes que son nuestros amigos”, narra José.
Ese espíritu de familia se percibe incluso en la decoración, según explican los dueños. “La decoración es de los visitantes que donan artículos originarios de México. Nos da gusto que se sientan familia y parte de El Charro, y traigan sus artículos para ambientar el espacio”, dice José.
El Charro después de María
La terraza fue una bendición después del huracán María, apunta Keyla, al comentar que Oriental ni se imagina las oportunidades que este espacio ha brindado más allá de su propósito original. “Estamos agradecidos, porque cuando se dio la oportunidad de comprar el espacio adicional y diseñar la terraza, Oriental estuvo allí para nosotros”, recuerda.
“Después de María, no podíamos abrir el espacio original por falta de luz y aire acondicionado. Así que usamos la terraza como espacio principal aprovechando la luz del día y la brisa de la época navideña”, elabora, reconociendo que este espacio les permitió retomar el negocio. Con todo, no pudieron abrir hasta cinco semanas después del paso del huracán, gracias a una donación de un generador eléctrico.
En ese proceso, indica, el equipo de Oriental estuvo siempre apoyándoles. “Luego de María, el banco se acercó desde la primera semana para ver cómo podían ayudar. Estuvieron con nosotros aún cuando había cosas que no estaban en nuestro control ni el de ellos, para que el negocio reabriera”, agradece Keyla.
Como bien saben hacer, Keyla y José repensaron el restaurante. “Fue difícil, pero el público fue receptivo a los cambios, incluyendo el menú. Hicimos tacos de jamonilla y salchichas, y de lo que estuviera disponible”, rememora José.
“María nos enseñó muchas cosas; hay más conciencia para ayudarnos unos a otros, y ver qué puedes aportar”, reflexiona José. A los dueños de negocios, abunda, les ha enseñado a no perder el entusiasmo. “Hay que seguir intentando, siempre hay quien te pueda ayudar… María pasó y tenemos que seguir adelante”.
Por eso ya Keyla está pensando en que hay que seguir mejorando el espacio para que más gente llegue a pasarlo bien en El Charro.