Por Isabel Rullán
Hace unos cuantos meses, luego de volver de mi viaje a Bogotá, Colombia, donde participé en el primer módulo del Rockefeller Foundation Global Fellowship Program sobre Innovación Social, Oriental me invitó a participar en su Segundo Foro de Innovación Social. Aquí unas palabras para resumir lo que compartí en el Foro de Oriental.
Pero, primero, déjame hablarte un poquito sobre lo que es el Fellowship. El programa está diseñado para fortalecer las capacidades de líderes con una pasión por el cambio, un deseo fuerte por la acción y un interés en identificar formas precisas e innovadoras para trabajar con la raíz de problemas con complejidad social y ambiental. Compuesto por 21 individuos de diferentes partes del mundo, el programa consiste de tres módulos que se llevan a cabo en distintas localizaciones globales y son dirigidas por expertos internacionales en la innovación social, al igual que expertos locales que están confrontan retos diarios.
Antes de llegar a Bogotá, recibimos información sobre el programa al igual que biografías de los otros participantes. Al leer las biografías de los 20 fellows, me sentí completamente intimidada, fuera de lugar y emocionada a la misma vez con la idea de que en poco tiempo estaría rodeada de estas personas tan impresionantes. No sólo me impresionaron sus trasfondos académicos sino sus trabajos y logros me dejaron boquiabierta. Entre ellos había un hombre de Rwanda que fue testigo del genocidio en el 1994 y ahora dirige una organización de hombres que promueve masculinidad positiva con el fin de terminar la violencia de género, promover el respeto por los derechos humanos y el desarrollo de equidad de género en su país.
Había otra participante que es socia principal de Cisco, la experta en Desarrollo Internacional, y quien estaba encargada de las Inversiones Sociales en Este y África Central Sureña. Actualmente, se encuentra implementando una iniciativa llamada TeleHealth que estará proveyendo acceso a cuidado de salud a comunidades rurales en África. Otra participante era la directora de Nexus Asia, que se enfoca en aconsejar a jóvenes provenientes de familias poderosas para que puedan donar dinero de forma estratégica para obtener un real impacto en nuestro mundo –¡un trabajo bien cool!
Ni una hora había trascurrido desde que llegué a Bogotá y ya estaba sentada en una mesa con todos los participantes. Miré a mi alrededor y pensé, “Wow, nunca había estado rodeada de un grupo tan diverso de personas”. Lo primero que hicieron fue pedir que nos presentáramos y decirle al grupo qué era la parte más emocionante de este programa para nosotros. Casi todas las respuestas eran más de lo mismo: queríamos aprender nuevos conceptos y conocer a nuevas personas. Luego de la cena, me sentí aliviada— ¡había sobrevivido mi primer encuentro del programa! Pero no podía sacar de mi cabeza un comentario que había hecho. Fue algo como, “Puerto Rico está enfrentando una terrible crisis y las cosas en Puerto Rico están bien complicadas en el momento.” A mi sorpresa, uno de los profesores me contestó, “Te darás cuenta que todos aquí están luchando con sus propias crisis en sus países y, créeme, son difíciles.” Tuve que ponerme a reflexionar sobre el asunto y rápidamente me di cuenta que, lo que para nosotros parece como el fin del mundo, para muchos es parte de su diario vivir y han estado luchando contra sus propias crisis por décadas. La respuesta del profesor me ayudó a relacionarme con los demás compañeros en el programa. A veces, cometemos el error de pensar que somos el centro del mundo y que somos los únicos luchando contra retos. Se nos olvida que muchos otros países están confrontando problemas mucho más grande que los nuestros.
La mañana siguiente, luego de hablar y conocer a los otros participantes, oficialmente comenzamos el módulo. Nos dieron una libreta pequeña y nos pidieron que escribiéramos la repuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué parte de este módulo te pone más nerviosa? Pues, pensando que la repuesta iba a ser privada, que sólo yo iba a reflexionar sobre mi respuesta, escribí que me sentí intimidada por los otros participantes y que tenía miedo de no poder contribuir tanto a las discusiones de grupo como me gustaría. Pensaba que recibiría más de sus pensamientos y aportaciones que ellos de las mías. Cinco minutos después, para mi sorpresa, nos pidieron que paráramos de escribir y discutiéramos nuestras repuestas en grupo. ¡Qué badtrip! Sorprendentemente, ¡todos nos sentíamos igualmente intimidados! Y así comenzó el proceso de estar más cómodos con los demás participantes y comenzaron los 6 días de críticas y conversaciones constructivas llenas de admiración y apoyo. Nos dieron clases sobre términos como el ciclo adaptivo de las organizaciones, que es el proceso de cuando primero nace una idea, luego se desarrolla, se lanza y, finalmente, se establece. Y luego se comienza el proceso de nuevo para poder seguir innovando. También nos enseñaron sobre la capacidad de “resiliency” y cómo poder ver y analizar los retos a través de una mirada distinta.
Aunque me encantaron las clases de teoría, lo que hizo esta experiencia diferente de las demás fueron las visitas de los ciudadanos locales que compartieron sus experiencias y proyectos innovadores con nosotros. En mi visita, conocí el fundador de la iniciativa “Zebras por la Vida”, quien nos contó cómo surgió su proyecto. Nos dijo que, en el 2014, 322 peatones fallecieron en Bogotá por accidentes de tráfico. Frustrado por estos accidentes evitables y determinado a lograr un cambio, él movilizó a un grupo de ciudadanos por todo el país de Colombia a ir y pintar cruces peatonales hermosas en las ciudades. Fue la forma perfecta para atrapar la atención de los conductores y recordarles que tienen que tener cautela al guiar cerca de cruces peatonales y, sobre todo, respetar la vida de los peatones. Además, tuvimos la oportunidad de correr bicicleta por la ciudad y conocer a uno de los fundadores de una compañía innovadora llamada “Mejor en Bici”. Empezaron la compañía con el fin de disminuir el tráfico en Bogotá, el tiempo perdido en viajes diarios a los trabajos, la contaminación ambiental causada por los carros y mejorar la calidad de vida de las personas en la ciudad. Querían lograr esto promoviendo que los trabajadores usen bicicletas en vez de carros para llegar a sus trabajos, lo cual lograron proveyéndole bicicletas a compañías locales para que sus empleados viajen en bicicletas. Con su compañía, incrementaron el número de ciclistas en Bogotá e, inspirados por “Mejor en Bici” y otros movimientos similares, el gobierno de la ciudad construyó carriles para los ciclistas por todo Bogotá.
Como comenté en el panel de Innovación Social de Oriental Bank, lo que más saqué de esta experiencia fue, uno, que Puerto Rico está en una situación difícil pero tenemos los recursos para salir adelante a pesar de nuestra posición. Y, segundo, que tenemos que trabajar duro para lograr nuestras metas. Por esto es que ahora admiro a los colombianos y su estilo de vida de acción rápida. Para mí, es casi como el eslogan de Nike: Just Do IT! Definitivamente necesitamos que nuestros ciudadanos sientan que tenemos el poder para ir y arreglar nuestra situación y cambiar nuestras actitudes sobre Puerto Rico. La responsabilidad de ayudar a Puerto Rico no recae exclusivamente en nuestro gobierno. Nosotros también necesitamos poner de nuestra parte y darnos cuenta que todos necesitamos poner nuestros dos centavos. Podemos, poco a poco, ayudar a nuestro querido Puerto Rico a transformarse.
Sobre la autora
Isabel Rullán es Co-fundadora y Directora de ConPRmetidos. Fue nombrada Rockefeller Global Fellow de Innovación Social.